Esta semana todos te miran. Son esos días que tu enfermedad se vuelve más interesante para los amantes de la vida racional.
De repente, la inflación o la crítica a CFK aburren y tenés la atención de la gente del no fútbol que se acuerda de vos. De Racing.
La Copa de leche que dice Fantino es una oportunidad de sonreir, de fletar ¿¿cuántos?? micros e invadir la ruta de amor racinguista.
La Copa de leche, de buena en nuestro caso, le sirve a Viola para despedirse y a nosotros para saludarlo, para confiar en que todavía queda un poco de amor a la camiseta.
El miércoles no importa si los jugadores son nuevos. Nosotros somos los mismos. Los que alguna vez fueron a Perú y perdieron. Los que el 27/12/2001 se preguntaban ¿y ahora qué? Somos los mismos que con contradicciones y miserias, luchamos contra el gerenciamiento e hicimos que el Club sea Club.
La misma gente que vivió el gol de Fabbri como un David y Goliat, o que el día que se cortó la luz supo que el Diablo mete la cola por cagón.
Vayamos con alegría y cabeza optimista. Todos. Una liturgia ganadora, sin melancolía, porque no hay gatos enterrados que puedan con las nuevas generaciones que piden goles y campeonatos, que llenan el Polideportivo para alentar a los hincha-jugadores o entienden que gritar un gol de Estudiantes es una estupidez.
Escribo esto y pienso en el Chango. Pienso que le agradezco por siempre pero que no quiero que patee más. Su Historia tiene que reescribirse. El miércoles podemos dar un pasito, apenas. Racing es una zanahoria eterna. Hoy está a 1000 kilómetros.
FUENTE: Identidad Racinguista
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