A los 20 años, Bruno Zuculini es
el 5 de Racing. Para llegar a eso tuvo que perderse cumpleaños, minas,
meriendas con amigos y unas cuantas cosas más. Después de esos
sacrificios, elude la fama y disfruta de haber decido desde los 7 ser
futbolista. “Cuantos más objetivos tenés y más cumplís, más cerca estás
del éxito”, dice.
- ¿Si no apareciera en la televisión?
No, loco, la verdad es que nunca me lo puse a pensar. En realidad, creo
que no sé qué hubiera pasado conmigo si no jugara al fútbol. Porque yo
no es que soy burro, pero soy muy vago. Mi mamá trabajó dieciocho años
de maestra y todavía ninguno de los dos hijos terminamos la escuela.
Hubo un momento en que tuvimos que decidir si era el fútbol o el colegio
y apostamos por la pelota y, gracias a Dios, nos salió bien. Pero me
mataste con la pregunta, ni yo me había preguntado eso alguna vez.
Bruno Zuculini tiene las uñas a la
miseria. Dice que es por manejar y dice, también, que es por la
ansiedad. Tiene veinte años y una colonia de groupies que lo está
esperando para sacarse una foto. Es jueves al mediodía y podría estar en
el descanso de un trabajo de oficina o cambiando de aula para entrar a
otra clase en la universidad. Pero está saliendo del trabajo. Esos
ejemplos no son casuales: es un pibe con aspecto común que podría estar
haciendo cualquiera de esas cosas, pero es, a la vez, una cabeza poco
común que a los siete años decidió que prefería dedicar su infancia y su
adolescencia al profesionalismo.
Iba al colegio a la mañana, salía, comía
en cinco minutos y ya salía para Racing. El viaje era largo porque
vivía -y vive- en Escobar, que no queda nada cerca de Avellaneda. Sus
amigos jugaban a las bolitas, mientras él estaba en el colegio con la
carpeta, con una medias y con un pantaloncito, como para estar siempre
preparado para salir. No era nada extraño porque nada es extraño cuando
alguien define sus sueños con tanta determinación: “Yo decidí que iba a
ser jugador de fútbol y que me iba a bancar la que viniera”.
- ¿Nunca pensaste en qué hubiera pasado si esto no salía?
- En ningún momento de mi vida yo pensé
en ser otra cosa que jugador de fútbol. De chiquitos, mi hermano y yo
estábamos todo el tiempo en mi casa destruyendo todo con la pelota. Los
cuadros, las ventanas. Teníamos un club en la esquina de casa y mi mamá,
para que no le rompiéramos más las cosas, nos mandaba para ahí. El club
era Independiente de Escobar -ojo, verde y negro son los colores-.
Teníamos la escuela en una esquina, el club en la otra, así que nos
movíamos así.
- ¿Arrancaban el día bien temprano?
- Y sí. Vivíamos a una cuadra de la
escuela, pero yo me levantaba a las siete de la mañana, salía a las doce
del colegio y a las dos de la tarde ya estaba en Racing. Pensá,
entonces, la locura esta: mi hermano entrenaba a la mañana y yo a la
tarde. Mi papá lo llevaba temprano a él, lo traía, le preparaba la
comida, me la preparaba a mí y arrancábamos para el club. Pensá, en
serio, era una locura. Franco tenía nada más que nueve años y yo siete.
Fue así.
- A la distancia, ¿cómo ves todo ese desgaste?
- Es que en el momento no lo pensás
porque sino no lo hacés. Mis amiguitos se juntaban a tomar el té y yo
estaba entrenando. Corriendo. Yo llegaba a las ocho de la noche y me
acostaba a las once. Al otro día, lo mismo. Mis compañeros se juntaban a
estudiar y yo no, yo pedía la tarea a la mañana siguiente. Pero desde
chiquito estaba convencido de esto. Y mi hermano lo mismo. Lo que pasa
es que tuvimos fortuna y llegamos los dos. Como nosotros, hay miles y
miles.
- Ponele que Franco tuviera un
hijo y te preguntara si te parece bien que tu sobrino tuviera que hacer
todo esto, ¿cómo la verías?
- No sabría qué decirte. Es otro
momento. Yo le hinché mucho a mi papá. Mi hermano y yo. Porque él decía
lo mismo que vos: que éramos chicos para hacer eso. Y yo le decía:
“Llevame, llevame o llevame, porque acá te voy a romper todas las
plantas y toda la casa”. Eso sí, él nos decía: “No te quejés después,
tenés que hacer el colegio, tenés que hacer tarea”. Fue un trato que
hicimos mi papá, mi mamá, mi hermano y yo.
- ¿El sistema del fútbol profesional requiere obligatoriamente de eso?
- La palabra lo dice: ser profesional.
Dormirte a una hora, no comer cualquier cosa. Yo me he ido llorando de
cumpleaños de amigos. Llorando, impotente, porque tenía que jugar al
otro día. Fue un cumpleaños de un amigo, una fiesta tremenda, no me
olvido más. Eran las doce de la noche y yo me fui. Recién estaban
llegando las minas. Estaba en inferiores. Pero ya desde chiquito, tenés
que entenderlo. A los siete años te perdés del té y cuando sos más
grande te perdés de las minas.
- ¿Vos hablabas con alguien esta frustración de tener que irte de los cumpleaños?
- Con la almohada. Llegaba a casa, me
dormía y sabía que al otro día me despertaba para hacer lo que a mí me
gustaba. Esto es raro. Porque ahí está lo profesional. Quizás, a mis
amigos les gustaba más que a mí jugar a la pelota, pero no le dedicaban
ese tiempo.
- ¿Y tus amigos qué decían?
- En su momento no decían nada. Ahora me
preguntan: “¿Cómo no hice lo mismo que vos?”. Claro, quizás, yo tengo
ahora un buen auto y un buen salario. Y ellos trabajan ocho horas, van a
la facultad. Se dio vuelta todo, pero cada uno elige su vida. Me parece
bien que estudien. También que laburen porque todo el mundo labura.
- Antes la rutina era desgastante, ¿ahora cómo es? ¿qué hacés con tu tiempo libre?
- Ahora me levanto a las cinco y media
de la mañana para llegar a las siete. Yo vengo por Panamericana y tengo
que salir antes porque si salgo un rato después ya sé que no llego. No
me puedo dar el lujo de llegar tarde. Quizás en inferiores podías llamar
al profe y decirle que no llegabas. Acá no podés. Como sé que vivo
lejos, me levanto media hora antes. Aparezco por Racing a las siete que
ya hay gente. Llego a las dos de la tarde a mi casa. No es un horario
para comer, pero llego a esa hora y, bueno, hago lo que puedo. Encima me
pusieron el Metrobus en la 9 de Julio y se traba todo. Ahora voy por
General Paz. Ya le saqué la ficha. Pero, bueno, cuando termino de
almorzar, me tiro a dormir la siesta. Y me despierto a las cinco y, como
decís vos, ya estoy libre. Igual, tranquilo, no es que me voy a un
after. Yo no vivo más en el barrio, me mudé, vivo más lejos, pero
siempre nos juntamos con mis amigos en un mismo paredón, así que me voy
para allá. Hace un montón de años que nos juntamos ahí. Caía uno y
empezaba a avisarle a los otros y ya después estábamos todos. Ya con
veinte años seguimos juntos con amigos del club y con algunos del
colegio, aunque con ellos la cosa es menos porque los de la escuela
fueron tomando otros caminos.
-¿Y qué pasa ahora en el paredón? Porque antes eras simplemente un pibito y ahora sos Zuculini el cinco de Racing.
-Capaz
me estoy tomando una gaseosa o un jugo, veo que alguien me ve, y me da
vergüenza. Me hago el boludo y miro para el otro lado. Pero es porque me
da pudor. Yo lo viví con Franco y lo volvía loco. Y lo jodía: “Eh, te
están mirando”, y él me decía: “Está bien, pero no me lo digas”. Y
quizás ahora estoy con mis amigos y uno me codea y me dice que me están
mirando y es tremendo. Pero es una situación linda que te pidan una
foto. ¿Vos sabés que yo nunca me animé a pedir un autógrafo? Una sola
vez, iba caminando y lo vi a Fernando Redondo. Mí ídolo: crack, jugador
del Real Madrid, un genio. Y no me animé. Y me arrepiento.
-¿Pero cómo pensás que la gente te ve a vos? Porque quizás pasa un nene caminando y te piensa como si fueras un héroe.
- No, héroe no, héroe es otra cosa.
Héroe es otra gente. Yo tengo la suerte de hacer lo que me gusta. Hoy en
Argentina el fútbol es muy grande, lo mueve todo y quizás el nene
piensa que quiere ser como Zuculini, o bueno, como Zuculini no -le habla
al grabador bien de cerca-, no sean como yo, como Zuculini no. Pero
quieren ser como el futbolista, como el que ven en la tele y si te piden
una foto y se las das, qué se yo, por ahí tienen un poco de esperanza.
Hay un nene que es de Escobar y viene de allá para Racing, y tiene 12 o
13 años, y él vio que mi hermano y yo pudimos, entonces sigue. Y ser
ejemplo me gusta. Yo voy a la pensión, voy al predio Tita Matiussi,
hablo con los pibes de inferiores.
-¿La responsabilidad de un jugador de fútbol es solamente formar parte del equipo o dedicarle tiempo al club?
-Uno no es solamente un jugador. Yo pasa
que estoy acá desde los siete años. Me conozco a toda la gente, a los
hinchas, a los que manejan las cosas. Me entero de lo que pasa. Hace
poco un chico de la pensión se lastimó. Le llevamos una remera, se
recuperó y ahora anda haciendo goles. O cuando alguno tiene un problema
de salud, nosotros tenemos que estar. Un pibe una vez pidió por
Zuculini. Y yo pregunté: “¿Por cuál de los Zuculini? ¿Por mi papá? ¿Por
Franco?” Y no, quería que fuera yo. Y no lo podía creer. Eso para mí es
re loco mal. Porque nunca pensé que con esta cara podía hacer feliz a un
nene.
-Tratemos de salir de vos que,
evidentemente, tenías una familia que te acompañaba y un hermano que
estaba en la misma. Pensá en los pibes que compartían con vos las
inferiores. ¿Todos tienen la misma concepción del profesionalismo?
-No sé si todos pensamos lo mismo. Sí
que todos tenemos el mismo sueño, pero somos distintos y necesitamos
cosas distintas. Yo no tengo una habilidad tan grande como Vietto o como
Centurión. Por eso tengo que prepararme para sacarle a lo mío lo mejor
posible. Ellos tienen mucho talento. Si ellos se acuestan dos horas más
tarde, quizás al otro día la rompen igual. Yo sé que no. Entonces, con
las herramientas que yo tengo, tengo que exprimirlas al máximo: dormir
bien, comer bien, no tomar, no fumar, ni hablar de consumir drogas.
-Pero vos lo tenés muy resuelto, ¿un pibe de quince años de la pensión lo tiene pensado así?
-Es todo muy familiar. Mis viejos para
mí son Dios. Siempre me inculcaron mucho esto de que si querés hacer
algo, no te tenés que desviar. Yo creo que a los quince años ya sabés
qué querés hacer con tu vida. Yo sabía que si quería jugar al fútbol al
otro día, no tenía que salir. Y lo sabía a los doce años. Tiene mucho
que ver con vos.
-Recién hablabas de que vos
tenés condiciones distintas a las de tus compañeros, ¿vos creés, a la
vez, por tu personalidad, que se juega como se vive?
-Sí, ni hablar, y un coordinador de
fútbol de acá me dice exactamente lo mismo. Mi hermano vivía a mil. Te
decía una palabra, agarraba una cosa, iba y venía. Y en la cancha era
igual. Yo cambié un montón. Él siempre jugó así. Pero yo cometí errores:
a mí me dijeron, en Primera no vas a poder hacer lo de las inferiores.
Pero sí, nosotros somos muy ansiosos.
-Claro, se te nota en las uñas. Las tenés todas comidas.
- ¿Y cómo querés que no me coma las uñas si soy hincha de Racing?
-Cuando eras pibe, ¿alguna vez te perdiste una mina por el fútbol?
-Y capaz que alguna vez, en alguna
fiesta. Yo arreglaba para verme con una piba y ella llegaba un poco
después de las doce y yo me tenía que ir. Y me decía quedate. Y yo que
me tenía que ir. Y me iba re enojado, pero no me quedaba otra.
-Pero eso cambia, ¿no? ¿Cómo vivís eso de que ahora entrás a un boliche y te miran?
-Yo ahora entro a un boliche que quizás
antes no entraba. Me hacen pasar gratis y me hacen lugarcito. Pero no me
gusta eso. Yo sigo entrando por la misma puerta. ¿Si antes no me
dejabas entrar al boliche, por qué ahora sí? Yo voy con mis amigos y soy
un amigo más. Yo soy Bruno Zuculini de 9 a 13. Después, ya no.
-¿Y quién sos?
-Bruno Zuculini, el pibito de barrio.
-¿A tus amigos les gusta pasar al vip?
-Obvio. Ellos se confunden, pero es
lógico. Me piden que me apure y les digo que esperen, que tranquilo, que
si antes no hacíamos nada de eso. A mí no me gusta sacar provecho.
Ahora puedo traer una mina más o un trago más. Y para ellos está bueno,
pero para mí es lo mismo.
-¿Te parece injusto que un jugador tenga esos privilegios?
-A mí me da lo mismo tener o no tenerlo.
No sé si puedo pensarlo como injusto o no. Puedo entrar por la puerta
de atrás al vip o puedo entrar por la de adelante. Pero no me preocupa,
porque ¿sabés qué? en definitiva, todos somos iguales. Entremos por
donde entremos. Todos terminamos en el mismo lugar. Yo soy de las 9 a
las 13 jugador de futbol, después no soy más.
-¿Antes no te daba bronca que unos entraran o no?
-No me molesta. Yo entiendo que al
futbolista y al actor se los juzgue así. Quizás, a la modelo también.
Por tener más teta o más culo, se la trata mejor que a una amiga mía.
Que sé yo, es así. Es probable que esté mal.
-¿A quién escuchás para que te dé consejos de fútbol?
-No me gusta ver los partidos. Porque yo
sé cuando me equivoqué y me da bronca volver a verlo. Pero tengo que
hacerlo, aunque me cuesta un poco. Escucho a mis amigos, a mi hermano.
-¿Y en el club? ¿Hablás con Saja? ¿Con Ortíz?
-Ellos están en apoyo constante. Que tipos de tanta jerarquía, de tanta edad, estén detrás tuyo para ayudarte es algo bárbaro.
-Saja planteaba hace un tiempo que hoy a los pibes se les dé todos más rápido, ¿es así?
-Puede ser. A mí me gusta escuchar y
siempre trato de sentarme a comer con los más grandes. Lo hice desde que
tenía 17 años y ya estaba en Primera. Nunca hablaba por el cagazo que
tenía. Y ahora también me gusta sentarme con el Chino, con Ortíz, con
Cahais y con Pelletieri. Está bueno porque hablan de otras cosas. Capaz
que en la mesa de los pibes está Fariña, Centurión y Vietto hablando
boludeces y está bárbaro que hablen de boludeces. Pero a mí me gusta ir a
escuchar a la otra. También boludean, pero hablan dos minutos en serio y
está bárbaro.
-Con esto de que todo viene tan rápido, ¿cómo hacés para no confundirte?
-La familia y vos mismo son los que te
mantienen. Y, claro, tener un grupo atrás. Nosotros con Centurión y con
Vietto hemos hablado un montón. Ellos son mis amigos y charlamos mucho,
pero por más que yo vaya y les diga que se lean este libro o este otro,
el único que define las cosas sos vos mismo. Es tu cabeza. Tu
responsabilidad. Queda mucho en vos. Y todos sabemos que somos
simplemente jugadores de fútbol y no nos podemos confundir. Porque la
cabeza te maneja todo: adentro de la cancha, por más que estés bárbaro
físicamente, la cabeza maneja todo. Siempre.
-¿Cómo se maneja la cuestión de sentarte a comer con Camoranesi que es un campeón del mundo?
-Cumplió el sueño de todo el mundo.
- ¿Se lo preguntaste alguna vez?
- No, no me animo. Pero sí escuché que
tiene la medalla colgada ahí en la casa. Yo la tendría todo el tiempo
encima mío: ¿sabés cómo saldría a bailar con la medalla colgada? Pero
pasa que Mauro es pura humildad. Viene y se pone a hablar una hora con
nosotros y no se cree más que nadie.
-En una entrevista, una vez
dijiste que era muy importante tener detrás a un cuerpo técnico o a un
plantel que te ayudara a bajar a tierra, ¿alguna vez te tuvieron que
meter un cachetazo para traerte de nuevo?
-No, pero porque mis papás me bajaban
antes en mi casa. Aprendí muchas cosas con el Ratón Ayala. Yo cuando
recién subí a Primera, pensaba en entrenar y en irme al toque. Terminaba
y tiraba toda la ropa así nomás. Y vos viste lo que es Ayala. Jugador
de Selección, capitán. Una vuelta me agarró y me dijo: “A ver, nene,
vení: la ropa te la dan doblada, así que vos la devolvés doblada, ¿está
bien?”. Es el día de hoy que entrego todo doblado. Eso me quedó porque
tiene razón y vos no podés abusar del utilero. Son cosas mínimas que no
tienen que ver con el fútbol, pero sí con lo humano.
-¿Saja es muy importante?
-El Chino es crack. Si había alguien que
tenía que venir a Racing era él. Maneja el grupo como él quiere y lo
maneja bien. Muy bien. Con su humildad, con su predisposición. Es el
primero que se pone para hacer los ejercicios. Y si vos sos un pibe de
18 años y lo ves a Saja dejando todo en el gimnasio, no podés no estar
ahí y con ganas. Yo lo admiro.
-Él dijo que con los más jóvenes
había una pelea por la música en el vestuario. Que a él le gustaba más
el rock, pero que con la cumbia era más difícil.
-Nosotros somos pibes y si salimos,
obviamente, que escuchamos cumbia. Acá adentro la música la manejan los
más pibes: Centu o Iván Pillud. A mí me gusta mucho el rock nacional.
Contra Boca no sé qué pasó que se rompió lo que estábamos escuchando y
le dije a Centu: “Mirá, voy a cambiar un poco, así no nos quedamos sin
nada. Voy a poner rock”. Y él me dijo que le diera para adelante.
Cuestión que ganamos. Entonces el partido siguiente, hicimos lo mismo, y
volvimos a ganar. Así que ahora me parece que quedaremos escuchando
rock.
-Hay otro tema que es muy
importante en la vida de un futbolista que es la cuestión de la plata,
¿cómo aprendés vos a manejar tu economía?
-Mirá, yo el dinero que gano no lo toco.
Es todo de mi papá y de mi mamá. Obviamente que si veo que ellos
agarran y se compran un barco voy a ir y les voy a decir que no. Con
ellos yo voy con los ojos cerrados. Pero no ando pensando en eso. Si
tenemos plata, tenemos, y si no, no. Y no pasa nada.
-Pero vos venís de una familia que te ayuda mucho y siempre está con vos, ¿cómo lo ves en tus compañeros este tema?
-A mí no me gusta hablar de dinero. Yo
no hablo. Ni con mis amigos, ni con mi hermano. Cero. No se toca ni se
charla. Porque si yo digo, ponele, que no es así, que gano 180 mil pesos
por mes, mis amigos del barrio me van a decir “ah, yo gano cuatro mil”.
Es una cuestión de ética. A mí no me va la de sacar chapa hablando de
guita. Yo hablo de fútbol nada más.
-¿Y con tus amigos sacás chapa hablando de fútbol?
-No, mirá si voy a hablar de fútbol, ellos me cagan más a pedos que Zubeldía.
-Vamos a plantear la situación
imaginaria de que formaras parte de un cuerpo técnico y tenés un plantel
que tiene muchos jóvenes, ¿te parece importante que haya un entrenador o
un ayudante de campo que sea joven para llegarle mejor a los pibes?
-Yo tengo muy buena relación con Saja y
con Pelletieri, que son el capitán y el subcapitán. Y ellos saben que yo
me llevo muy bien con los pibes. Entonces a veces me hablan y me dan
ciertos consejos para que yo se los transmita a todos. Porque entienden
que en la boludeada, capaz, me van a escuchar más a mí que a ellos. No
quiere decir que al Chino o a Pelle les de vergüenza, pero entienden
cómo bajar línea desde el técnico hasta el fondo.
-¿Conscientemente agarraste ese rol?
-Conscientemente. Me encanta ese rol. Yo
en inferiores fui capitán y me gustaría serlo, alguna vez, en Primera.
No me gusta mandar, pero sí me gusta decir. Agarrar y hablar con Rodri
de Paul, por ejemplo. Que después él haga lo que quiera. Yo trato de
hacerlo por el bien de él.
-Hablamos de lo que cuesta
llegar a Primera, de cómo llegar, de las cosas que cambian cuando
llegás: ¿qué es, en definitiva, el éxito?
-Es cumplir el objetivo. Cuantos más
objetivos tenés y más cumplís, más cerca estás del éxito. Cumpliendo
objetivos, te acercás al sueño y si te acercás al sueño te acercás al
éxito. Qué sé yo, es mi manera de pensar. Capaz es una pelotudez. Capaz
dije un montón de pelotudeces en esta charla. Pero es lo que hay.
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