.Stats .counter-wrapper { font-family: 'Oswald',sans-serif; font-weight: ; color: #00000; background-color: #4581b9; border: 1px solid #4581b9; box-shadow: 0 0 5px 3px #4581b9; display: block; text-align: center; margin-left: 50px; padding: 10px; }
Drop Down MenusCSS Drop Down MenuPure CSS Dropdown Menu
ULTIMO MOMENTO

HASTA SIEMPRE...


“¿A mí me van a hacer una nota? Yo no soy Tito Pizzuti”, dijo ni bien pisó la sala de conferencias del Cilindro. 

Rubén Osvaldo Díaz había dejado de ser Rubén Osvaldo desde hacía rato: Panadero lo llamaban todos y Panadero lo llamaron también sus compañeros cuando lo vieron llegar esa tarde a la cancha para una producción de fotos en homenaje a los 50 años del título mundial. Integrante de las páginas más gloriosas de la historia del club, pieza clave del mítico Equipo de José, el enorme Panadero, el fenomenal Panadero, el crack Panadero, falleció este martes a los 72 sembrando de profundo dolor nuestro corazón.

Había nacido el 8 de enero de 1946. Debutó joven, a los 19 años, en 1965. Todo en Racing, siempre de Racing. Lo apodaron como lo apodaron porque su papá tenía una panadería. Fue uno de los pibes que Juan José Pizzuti reubicó dentro de la cancha para sacarle más jugo todavía a su talento. Cuentan los que lo vieron jugar que era rápido, que marcaba bien y que atacaba como si fuera un puntero izquierdo. Además, cabeceaba sin despeinarse cada vez que pisaba el área contraria. La Academia se consagró en el plano local el domingo 20 de noviembre de 1966 y una imagen suya haciendo jueguitos copó la tapa de la revista El Gráfico del martes siguiente.

Ganó la Copa Libertadores y ganó también la Copa Intercontinental el 4 de noviembre de 1967. No pudo estar en el partido decisivo en el Estadio Centenario. Gritó el gol con el alma, parado en la platea. Sí participó de las celebraciones por el medio siglo del gol del Chango Cárdenas. “Es una satisfacción recibir los aplausos y poder festejar con mi gente.”, aseguró en la previa. Estuvo en Avellaneda hasta 1972 y regresó en 1977. En el medio, pasó por San Lorenzo y por el Atlético de Madrid.

Como ayudante de Alfio Basile, se dio el gusto de levantar la Supercopa en el Estadio Mineirao en junio de 1988. Alzó los brazos en Belo Horizonte como el más fanático de los hinchas. Lo acompañó al Coco, su gran amigo, a lo largo de toda su carrera como entrenador. Juntos dirigieron al equipo en 1997, donde llegaron hasta las semifinales de la Libertadores, y en el arranque de 2012.

Cinco palabras bastan para resumir su lazo con esta camiseta. Las pronunció él: “Después de mi familia, Racing”.

Nosotros las repetimos: “Después de mi familia, Racing”. Lo hacemos por las dudas: queremos que quede claro por qué lo vamos a extrañar tanto.


Fuente: Racing Club.

Retoque fotográfico: @RCMSnews