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ULTIMO MOMENTO

UN LOCO LINDO



Regaló todas sus camisetas, dice que no entiende que un hincha le diga “te quiero” y que el fútbol es tan sólo una parte de su vida. El hombre asegura que no ser mediático lo perjudicó, se enorgullece de eso.


Entre tanto cassette hay discursos que ponen en contexto al valor real de ser futbolista.  Y en ese escenario donde todo es tan artificial, él parece raro. De tan convencional convence. De a poco se advierte que hay cierta obsesión, es real, pero nada que los demás no tengan en otros sentidos. No se le mueve ni un pelo para decir lo que siente o lo que piensa. No titubea. O tal vez un poco. Y es normal, porque las contradicciones son parte del ser humano. Cuestiona con seguridad, le quita el chamuyo al asunto, impone condiciones con altura y presenta un juego de concentración suprema para llevar una charla. Lisandro López es tan Lisandro López que da pena que no quiera serlo más después de que deje de patear una pelota por plata.
Ahí, en una sala de prensa de Racing, su casa en esto del mundo del cuero en los pies, Licha, a sus 34 años, abre la puerta un poco, no demasiado, porque no quiere que nadie entre a lugares que no le interesa exponer en su forma de entender este extraño planeta en el que está desde los 18 años, cuando desde Rafael Obligado llegó a la Academia. Y claro, por más que él se proclame como un perro verde, escucharlo permite comprender que tal vez no lo sea tanto.

-Un tipo con tu trayectoria y que es tan querido, que tiene miles de presiones porque se lo exige más que a los demás, ¿puede disfrutar de este trabajo del fútbol?

-Es muy personal, es como lo vive cada uno. A mí cuesta mucho hacerlo y entiendo que prácticamente nunca pude disfrutar del fútbol desde que soy profesional. Disfrutar para mí es sentir esa cosa acá antes de salir a la cancha (se mete en la respuesta con pasión y se toca la boca del estómago), sentir esa adrenalina de la presión, de la gente… Y después viene la tranquilidad de haber logrado un triunfo, que tampoco me da una satisfacción suprema, me da calma de cumplir el objetivo, de hacer bien mi laburo y hasta ahí llega. La verdad que siento que son espacios muy cortitos de tiempo y no más que eso.

-Y ese no disfrutar, ¿tiene que ver con vos o el medio propone algo que te va quitando las ganas?

- Me parece que tiene que ver conmigo. Hay jugadores que se toman más relajado todo el ambiente, el circo, lo que se genera y les importa de otra forma a la hora de un resultado o de una actuación personal. Cada uno lo toma como quiere o puede, pero a mí me costó siempre disfrutar.

-¿Dónde ponés el disfrute, qué es lo que te hace sentir bien?

Yo disfruto mucho de entrenarme, de jugar como juego a la pelota, de la naturaleza del juego. Es una pasión, como cuando agarro la caña y voy a pescar. Eso lo disfruto realmente. Pero cuando es profesional, ya cambia. Hay un montón de cosas que lo rodean, que hacen que ese juego se convierta en tu laburo. Por eso digo que no me gusta todo lo que rodea a esto, me gusta entrenarme y eso, después de a poco me fui adaptando a todo el resto.

-Mencionaste la palabra circo y hablás del medio, ¿te cuesta relajarte con lo que se habla del jugador, con cómo se lo mira y cómo se lo juzga…?

-Estoy ya bastante acostumbrado. Aunque siempre fui medio perro verde, medio reacio a todo lo que se genera afuera del fútbol. Por eso no soy de dar tantas entrevistas…

-Pero me parece que eso es desde siempre, no desde que te convertiste en Licha López.

-Tal cual, siempre fue así. Es que muchas veces no sé qué decir, no me gusta caretearla. No sé qué responder, entonces me siento incómodo y me pongo nervioso. De hecho, a programas de televisión fui a uno cuando recién arrancaba y después no fui nunca más. Puedo hablar un poco de fútbol y ya. ¿Qué le puede interesar a la gente qué comí, qué hago o qué dejo de hacer? Y la verdad es que tampoco me interesa contarlo. Así que es poco lo que puedo decir.

-¿El vincularte poco con los medios te puede haber perjudicado en tu carrera o no influyó?

-Me perjudicó mucho. Creo que sí, porque todos sabemos que muchas veces la prensa te pone arriba o abajo. Y creo que he tenido unos años de un muy buen nivel, en los que me destacaba en lo que hacía y siempre tuve poca prensa. Ojo, no sé si la palabra es perjudicar, porque yo lo elegí así y no me quejo para nada. Pero creo que si hubiera sido más abierto con la prensa y hubiera tenido más exposición, me parece que deportivamente hablando me podría haber ido mejor. Para ir a la selección, por ejemplo.

-¿La pasión que sentís por el deporte te proyecta para el día después vinculado al fútbol? ¿O cuando termines de jugar es decir ‘ya está’?

-Ya está, creo sí. Siempre lo digo, lo que no quita que dentro de unos años esté haciendo algo. Lo que tengo más claro es que director técnico no quiero ser. Pero hoy no me veo relacionado al fútbol.

-¿Cómo vivís con eso de ser grande para el fútbol, pero joven para la vida?

-Es raro, no sé. Va, qué sé yo si es raro. Yo estoy haciendo lo que me gusta, laburando de esto. Siempre supe que a una cierta edad  el físico no me va a permitir seguir haciendo esto y siempre fui muy realista que cuando llegue ese momento… Siempre tomé a este deporte como una parte de mi vida. Escucho que algunos dicen que el fútbol es su vida, pero para mí es sólo una porción. Y el día que se me termine empezaré a trabajar de otra cosa y continuará mi vida de otra forma. Y seguiré jugando al fútbol por diversión.

-¿Te imaginás viviendo en tu pueblo y pescando?

-La vida del pueblo me encanta, pero mentiría si dijese que estoy seguro de dónde voy a vivir. Todavía no lo tengo muy en claro. Lo que sí creo que en el lugar donde me instale es donde trabajaré.

-Al tener tantos años en esto del fútbol, ¿te queda margen para el asombro?

-Sí, hay muchas cosas, creo que nunca dejamos de asombrarnos de las cosas…

-¿Por ejemplo?

-Soy un desastre para recordar cosas. Pero la verdad que hay cosas que no me dejan de sorprender, como lo que se dice o se hace en el juego.

-¿Más las malas que las buenas?

-Sin duda.

-Se nota que te enojan esas cosas.

-Sí, me duele que se invente tanto, que haya tanta mala leche. Que sólo por vender, por un papel más o un punto más de rating se inventen tantas estupideces que hacen daño a las personas y a las que las rodean.

-¿Estas cosas son las que te hacen ser un perro verde?

-No sé. A mí me molesta cuando se meten con cosas que no tienen que ver con el juego. Yo puedo decir que sos buen o mal periodista. Ahora si yo digo que sos de lo más conflictivo que hay… ¡Cómo alguien puede decir eso! Pienso que si no saben cómo trabajo o cómo me vinculo con los demás, cómo pueden asegurar algo que desconocen. Acepto que me digan que no les gusta como juego al fútbol, pero cuando se meten con otras cuestiones que tiene que ver con la intimidad de un grupo, esas cosas no las soporto y siempre me duelen y sé que estoy expuesto a eso hasta el último día que juegue.

-¿La gente cree que te conoce cuando estás en un lugar de exposición?

-Sí. Vienen y te dicen “yo te quiero mucho”. ¿Cómo me vas a querer? ¿Por qué me vas a querer? ¿Por un gol? No, hermano, si no me conocés. La gente te ve adentro de la cancha y piensa que si sos un loco ahí, andás por la vida siendo un loco. Y tiene que ver con que yo vivo los partidos de esa manera. Pero no necesariamente soy así.


-¿Por qué vivís los partidos así? ¿Adrenalina? ¿Competitividad?

-Es algo que se lleva adentro. Lo vivo de esa manera. En ese momento estoy tonto por los detalles. Yo por ejemplo, hace unos meses atrás, en una concentración, le decía a Gustavo Bou: “¿Hermano, cómo podés dormir la siesta el día del partido?”. Y él me decía que me relaje y me tire a dormir. Y no. A mí me duele la panza. Me pongo nervioso. Y él se tapaba y dormía. Y yo lo toreaba: “Ojalá que cuando sea grande pueda vivir los partidos como vos”. Si me faltara eso, no podría jugar.

-¿Y eso se puede transmitir?

-No creo. Es medio chamuyo. Lo tenés o no lo tenés. Podemos hablar antes del partido. Podemos hacer un circo y dale y dale y después cada uno lo vive a su manera.

-Pero es medio difícil que no tengas esa pasión en el resto de las cosas de tu vida…

-Sí, sí, sí, sí… Voy a empezar a decir cada cosa (se frena y hace un gesto con las manos como si no quisiera contar nada más). En las cosas que hago a diario sí. Sí, sí sí.

-Pero es normal...

-(Interrumpe) Sí, cuando le estoy pasando el trapo así a la mesa (apoya su palma y limpia con un trapo imaginario, lento y apretando para que no se escape nada). De verdad te lo digo. Soy así. Tengo esa obsesión.

-¿Pero podés entender que otro no tenga esa pasión?

-Sí, claro. Lo único que me jodería es tener que limpiar la mesa con ese tipo.
-Pero en el fútbol a veces te toca limpiar la mesa con otro tipo que tal vez no tiene tu pasión…
-Es cierto. Pero capaz ese tiene cosas que yo no tengo y nos hace mejores a los dos. Yo soy así y respeto que otro no lo sea. Siempre que no me perjudique.

-Dijiste que te molesta mucho de lo que ocurre alrededor del fútbol y que hay cosas que no entendés. ¿Firmarías volver a ser Lisandro, el del pueblo, una vez que termine tu carrera? ¿Te gustaría volver a ser un desconocido?

-Sí, lo firmaría. Firmaría volver a ser un desconocido el día que me retire. Me gustaría. Tal vez el día de mañana me retire y pueda llegar a extrañar que alguno pase y te diga “che, gracias por aquel gol”. Pero hoy me encantaría andar tranquilo. Tampoco es que la gente me anda atrás, eh.

-¿Es por vergüenza?

-Seguro. A mí me siguen dando vergüenza esas situaciones. No sé qué decir. Firmaría ser un desconocido. Viviría igual, más tranquilo, normal. No me haría falta nada.

-¿Y a la inversa? ¿Te pasó de ver a alguien contra el que jugabas y no poder creerlo?

-Me pasaba de chico, porque de grande no quedó ni una medalla, ni una camiseta. Nada. Yo llegué a Racing a los 18 años, luego de terminar el secundario en mi pueblo. Recién ahí caigo a ver si era futbolista profesional. Cinco años después estaba enfrentando a Henry en Champions, por ejemplo. Después se naturalizó.

-¿De verdad no quedó ni una camiseta?

-No, nada. Los primeros dos o tres años cambié algunas. Y unos años después no quedó nada. Regalé todo. Hace muchos años que no tengo nada. Ni colecciono camisetas ajenas ni mías. Ninguna.

-¿Ninguna? ¿Ni la primera?

-Creo que esa la tiene mi vieja. Pero yo no tengo nada. Material, eh. Después tengo hermosos recuerdos todos acá (se señala la cabeza).

-¿Y cuál es la razón de eso?

-Que no me gusta atesorar cosas. No me interesa. No quiero sonar soberbio ni hipócrita, pero no le doy importancia. No tengo ni medallas, ni camisetas, ni ninguna que haya cambiado. Seguro. Nada.

-¿Pusiste fecha para el retiro a fin de año o es algo sobre lo que dudás?
-No. No puse fecha. Es algo que vamos a evaluar en diciembre. Las lesiones son más difíciles y el tiempo pasa. Yo no quiero pasarme más días en el consultorio que adentro de la cancha. Y yo no siento que aporte si no estoy en la cancha.

-¿Y si eso pasa vas a guardar la última camiseta?

-No sé. Si me la pide alguno se la regalo. Pero después me quedará el recuerdo. Mirá, si mañana me pusiera una carnicería, ¿guardaría el primer delantal o el último? Yo creo que no.

 

Fuente:https://www.pagina12.com.ar
Retoque fotográfico: @RCMSnews