Hoy en YO TE AMO: Francisco Simón Orbegozo
De chico, de muy muy chico, mi hermano mayor me dio algo indestructible, me enseño algo que no percibí en su total magnitud en su momento, y claro yo era extremadamente pequeño, casi tres añitos nada más, pero con una memoria sin igual por aquellas épocas, cosa de familia decían…
Con el tiempo y la vida olvide lo importante que era esto, señal que la memoria no era tanta tal vez, o quizá no alcance a saberlo por mi escasa edad, por mi inexperiencia y falta de valoración.
Luego mientras crecía, empecé a ver como la vida y la sociedad te va matando los sueños, muchos sueños, estos y otros hechos me enseñaron a ver las diferencias entre la mañana esperanzadora y la noche atroz, yo, noctambulo por naturaleza, me empeñé en sufrir de manera constante sin que esta pueda considerarse una libre elección, sino más bien cosa de los hadas.
El ser abandonado, física o mentalmente, y porque no también en lo emocional si es que es posible culpar a una entidad externa de estos males, el ser traicionado por amigos, criticado por propios y ajenos, atacado y despreciado por vecinos y desconocidos y hasta perseguido por los recaudadores etc., y otra vez de nuevo abandonado, una y otra vez, mil veces fundido y re fundido por culpa propia y/o ajena.
Y la noche de mil demonios pensando que todo es una pesadilla, que todo va a pasar y no pasa, horas dando vueltas en la cama, arrancándome los pelos, llorando y pataleando, pidiendo compasión a un ser que no existe, pidiendo perdón a alguien que no está por algo de lo que no se es culpable, reclamando por ayudas y la compasión que jamás llegarán, ensuciándome los pulmones con cigarrillo tranquilizador, las cosas buenas que se han ido, o que no nos sirven, intentar reírse como un loco, sin sentido, reírse de uno mismo, y alejarse de nuevo, como tantas veces y otras tantas rebotar contra el destino o la falta de previsión, la ineficacia en elegir la propia vida y la eterna esperanza que el destino cambiará las cosas y nos reconfortará pagándonos con creces.
Y la soleada mañana que te devuelve una oportunidad, todo esto de manera alternativa, noche y mañana, mañana y noche, un arriba y un abajo sin detenerse como un eterno y dinámico tao, y de vez en cuando un recuerdo, un vislumbre de eso indestructible que no se alcanza a percibir que es y por lo tanto nunca se valoró, tan solo por no detenerse a pensar, o a sentir, esa pasión, indestructible pasión que en cualquier oportunidad puede ser encendida ya sea por un ser especial, por una determinada situación de la vida.
Y esa persona llega, y la situación se encuentra, y todo se conjuga para que suceda lo inesperado, en el momento oportuno, cuando ya no parecía haber salidas, cuando todo indicaba un triste y solitario final, cuando ni esa salida es la apropiada, y ni el valor se tiene…Y la pasión resurge, esa que me fue transmitida en especial forma por mi hermano, a él, seguro se la dio mi padre también, pero yo, como buen vasco exagerado, la tomé y la aumenté, la hice algo inmenso, fantástico, como si de un superpoder se tratara, y la apliqué en cada cosa amada, cada conversación, cada ser, la música, los libros, etc., esa pasión me traspasó los poros e invadió mi ser por completo de magnifica manera, como algo especial e imposible de cambiar, y esa pasión de la que hablo tiene un nombre y hasta colores tiene si, y si bien es compartida por muchos, yo solo puedo tenerla y sostenerla porque es grande y fuerte como el universo todo.
Yo tomé está pasión y la alimenté, la sufrí, la temple en mi espíritu, esa pasión del color del cielo es mi querida Acadé!!!, mi adorado e inigualable Racing Club, y pensar que tardé 40 años en darme cuenta, en saber el porqué de mi apasionamiento.
Por eso te digo gracias, mil gracias hermano por mostrarme un camino en la vida, como tantos lo hicieron y enterarme que fuiste vos, casi sin querer, que me lo enseñaste, que me diste este don, el de amar sin razón.
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