La discusión, evidente y ampulosa, pasó unos decibeles por encima del reproche aceptado. En la mitad de la cancha Diego Milito y Gustavo Bou se desafiaban y prometían trompadas para el entretiempo. Alguien era capaz de enfrentar al mito de la camiseta 22 y aún así conservar su lugar de privilegio en la consideración de los hinchas. Sin buscarlo, Gustavo Bou encontraba en la omisión de cuestionamientos el reconocimiento a su aporte sustancial.
Lograrlo le costó mucho. Siempre en la mira, escuchó que su llegada era
un negociado de Cocca con Bragarnik. Luego que su racha goleadora era
puro culo, un veranito, que sin Milito no era nadie. Más tarde que se
había agrandado, que sus compañeros no lo aguantaban, que no se la
pasaba a nadie. Y hace poco, muy poco, que tenía que ir a entrenarse a
Tita, por su rebelde decisión de pedir un aumento y no viajar a la
pretemporada.
Existen intangibles que explican la inserción de los futbolistas en el
sentimiento de la gente.
Algunos lo simplifican y lo llaman ángel. En
épocas de promedio desnutrido tuvimos que ponerle aureola y alitas a
unos cuantos matungos que por mucho menos lograron aplausos precoces.
Bou no tiene ángel, está claro. Pero tiene fútbol de sobra y una entrega
descomunal.
Un año y medio al máximo nivel lo confirma. Y un arranque
superlativo de 2016 dispara el interrogante: ¿es el mejor delantero de
Racing de las últimas décadas?
Los gustos son subjetivos y los logros relativos, dependientes del
conjunto. Y las estadísticas desnudas, sin relación con la gloria,
matemática insípida. En cambio, cuando todo eso se combina hay que abrir
el libro de historia y escribir un nuevo capítulo. A continuación van
fundamentos y elogios para afirmar que desde aquel lunes 6 de octubre de
1986 en el que pisé por primera vez el Cilindro (4-3 a Rosario
Central), el mejor delantero que ví en Racing es Gustavo Bou.
- Hizo 32 goles en 62 partidos.
- Convirtió en 25 juegos. De esos, Racing ganó 21, empató 3 y perdió 1.
En síntesis: cuando Bou la mete, Racing consigue el 94% de los puntos.
- De sus 32 conquistas 11 son pura autogestión. En más de la tercera
parte de sus goles no necesitó que nadie lo habilite. Se los inventó.
- 6 de sus gritos sirvieron para empatar el partido, 10 para poner el
1-0 y 3 para lograr el 2-1. Altísimo porcentaje (59%) de goles vitales
para conseguir puntos.
- Su gol a Newell’s (primero en Racing) evitó la salida de Cocca.
- Sus goles a Boca dieron vuelta un partido imposible.
- El fierrazo en Quilmes puso a Racing en la punta, a falta de dos fechas. Es el de Bedoya versión 2014.
- Fue el goleador del equipo campeón. Determinante para lograr un título.
- Fue el goleador de la Copa Libertadores 2015. Está a solo 4 goles de
Norberto Raffo, máximo anotador de Racing en la historia de la Copa.
- La merma de Milito en 2015 lo obligó a hacerse cargo de todo el
trabajo sucio en ataque. Lo hizo sin resignar peligrosidad.
Todos los
pelotazos largos lo buscan. Abre defensas, las desgasta, asiste (tal vez
además del goleador sea el máximo asistidor del equipo) y colabora en
la marca.
- Suele destacarse en los partidos importantes. Por ejemplo, a Boca le hizo 3 goles en 2 partidos oficiales.
- Silenció al estadio de Independiente con un gol de antología. A lo Bou, sólo él pensó que era posible hacerlo.
- Fue el máximo responsable de la clasificación a la fase de grupos. Frente a Puebla jugó 180 minutos a un nivel estelar.
Ahí fueron algunos argumentos en forma desordenada.
Pero quizás la mejor
definición de lo que significa Bou la haya dado Riquelme: si Racing no
lo tuviera, sería un equipo como cualquiera.
Fuente: http://elmetodoracing.blogspot.com.ar/
Nicolás Saralegui (@CilindroMagix)
Fotos: Pasión Fútbol, Conclusión.com y Mario Martínez (@mario_charlas)
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